ERNESTO RIVAS EL ASESINO DIPLOMÁTICO DE EL SALVADOR

ERNESTO RIVAS EL ASESINO DIPLOMÁTICO DE EL SALVADOR

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Cuando la memoria de un pueblo no alcanza para buscar a esos infames personajes  que causaron dolor y muerte con su conducta, ya sea por acción u omisión, y no permite desenmascarar a los que maquillan su paso por la triste historia de El Salvador que transforma a los villanos en héroes,  a los que ocultaron el genocidio  del Mozote ante las autoridades internacionales y ahora son referentes morales de la opinión pública; escriben en sus blogs y periódicos y se venden como analistas intachables, pulcros, transparentes, cuando en la realidad no tienen ninguna solvencia moral. No necesariamente porque las conductas del pasado de una persona lo veten  para expresarse en el futuro,  sino más bien producto de que nunca acepte los errores, delitos o crímenes cometidos en el pasado y no pide perdón o se presenta frente a lo justicia; tal es el caso de Ernesto Rivas Gallont, conocido como “Don Neto” o “Don Netiyo” en el mundo de la blogosfera salvadoreña y con el antecedente, sucio y oculto, de haber sido el embajador de El Salvador en Washington D.C. durante el conflicto armado.

Este personaje al que los medios de comunicación le han dado cancha, producto del maquillaje que él mismo ha dado a su figura, vendiéndose como empresario y analista político, pero que de acuerdo a la historia que no nos cuentan, Don Neto, no es más que el responsable, por omisión,  de miles muertes en El Salvador, debido a que, sabiendo de primera mano de las atrocidades cometidas por las fuerzas armadas, no denunció esos condenables hechos. No hizo nada, por el contrario,  fue el encargado de cabildear la ayuda que Estados Unidos destinó al país durante el conflicto armando; además se encargó de ocultar la información que confirmaba los espantosos crímenes cometidos en contra del pueblo salvadoreños, en las famosas masacres del Mozote, Sumspul y tantos otros lamentables eventos de la historia.

Si realmente Don Neto hubiese tenido el mínimo de conciencia moral, como dice que tiene, ahora cuando escribe en su blog, hubiese renunciado sin mayores ambages a su cargo de embajador de El Salvador en Washington D.C. y hubiese denunciado públicamente la conducta salvaje de los militares, pero no lo hizo. ¿Saben por qué? Porque era más importante el estatus de embajador, por razones económicas y políticas, que la vida de los salvadoreños, porque mientras en el Mozote se asesinaba con todo el lujo de la barbarie a más de mil personas, la mayoría mujeres y niños, Don Neto (el hombre dotado de moralidad extraordinaria que escribe en su blog), cenaba a diario en los mejores restaurantes de Washington, tomaba vino y cabildeaba más ayuda para los militares. No podría explicarse el salvajismo con que actuaron los militares  durante el conflicto, sin la ayuda que Don Neto prestó al ocultar información y negar informes acerca de las matanzas.

Pero ahora resulta que la historia lo tiene como un referente moral, un analista intachable. ¿Cuántos salvadoreños murieron producto de este personaje? Miles y miles.

Un reportaje presentado por la periodista estadounidense, Alma Guillermoprieto, reveló para la historia la matanza del Mozote. Ningún periodista o medio salvadoreño se atrevió mencionar siquiera la bestial conducta militar en Morazán. Don Neto tuvo que salir a defender a los militares y negó hasta la saciedad los hechos ante los medios internacionales. ¿Y el deber moral? ¿Y la objetividad, imparcialidad y veracidad que ahora dice practicar? ¿Qué pasó? ¿Acaso aquél era otro Don Neto? ¿Acaso el de ahora pasó por un proceso de reconversión, de rectificación y, mucho más importante, pasó por un proceso de aceptar responsabilidades en la historia y pedir perdón? NO. Don Neto conocedor de la corta memoria de los salvadoreños y con apoyo de un medio de comunicación, La Prensa Gráfica, se aleja un poco de la vida política de El Salvador durante los años noventa y regresa convertido en analista, articulista y bloguero que se muestra como un hombre sensato, sensible, ecuánime y justo. De su paso por Washington no escribe, ni lo menciona; es mejor hablar de otras cosas, y más importante, es mejor hablar y escribir de otras personas, de las conductas inmorales de otras personas. Pero de su ayuda para el asesinato de miles de personas es mejor callar. De eso no se escribe.

Que la verdad sea para todos.

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