Los padres políticos de Arena eran expertos en estos oficios, aprendieron tan bien el arte de los fraudes que los llevaban a otros países del área centroamericana para capacitar a miembros de consejos electorales, sobre todo cuando se empezaron a utilizar las nuevas tecnologías.
En 1972 hubo un escandaloso fraude, el PCN, los militares y la oligarquía, le robaron las elecciones a la Unión Nacional Opositora (UNO), una coalición formada por la Unión Democrática Nacionalista (UDN), el Partido Demócrata Cristiano (PDC) y el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR).
En 1977 se volvió a repetir la historia. Las cosas comenzaban a cambiar. Dos años después un grupo de jóvenes militares dio golpe de Estado al general Carlos Humberto Romero, quien había ganado con fraude las elecciones.
Ese cierre de espacios políticos fue una de las causas del conflicto armado del país que se prolongaría por doce años y concluiría con la firma del Acuerdo de Paz. Los fundadores y patrocinadores de Arena eran parte de esa marabunta especializada en alterar, robar y construir un modelo de gobierno al estilo de la oligarquía.
Ahora, cuando nuevamente Arena y sus patrocinadores, la oligarquía, pues, están preocupados por el rumbo de los acontecimientos políticos, la tendencia de las encuestas que los colocan muy por debajo del FMLN, empiezan a temblar y manejar el tema del fraude como una amenaza para ellos, los grandes manipuladores de las votaciones del pasado.
Advierten que Walter Araujo, magistrado del Tribunal Supremo Electoral (TSE) es parte de ese equipo diseñado para cometer fraude, no existe ningún tipo de evidencia, nada más es una especie de terror psicológico rondando por mentes perversas acostumbradas al “amaño” como está de moda decir actualmente para referirse al fraude y arreglo de partidos.
Araujo simplemente es un miembro de Arena que mantiene el dedo acusador en contra de las prácticas dictatoriales, autoritarias y fascistas de la dirigencia de este partido. Ha dicho que Quijano no tiene ninguna posibilidad de triunfar y por el contrario con sus permanentes contradicciones ha servido el banquete a sus rivales.
Y ciertamente, el señor Quijano como alcalde y en los primeros meses del año pasado llegó a tener más de 30 puntos de diferencia en las encuestas. Con el paso de los meses su caída ha sido vertiginosa al grado que en estos momentos diferentes estudios revelan que está cinco puntos debajo de Salvador Sánchez Cerén, del FMLN.
Además su conducta no es nada edificante. Tiene problemas para obtener el finiquito debido a un reparo hecho por la Corte de Cuentas en la utilización de más de medio millón de dólares del FODES en su campaña electoral. Estos dineros nada más se pueden usar para obras municipales.
Además todavía está pendiente un informe detallado de la inversión hecha por la alcaldía metropolitana en el maquillaje del llamado parque Centenario en la finca El Espino, así como más de 114 mil dólares invertidos en la compra de una camioneta blindada, adquirida con fondos de los contribuyentes y que ahora Quijano utiliza en sus giras para promover su candidatura.
Hay muchos señalamientos como la utilización de maquinaria y mano de obra de la ANDA para construir un pozo en una de sus propiedades rurales, así como las turbias compras de tintas para impresoras cuando fungía como diputado en 2006. La Corte de Cuentas dictaminó que el precio era mucho menor de los $38 mil presupuestados.
Por eso es que el humor y el sarcasmo de los salvadoreños conocen ahora a la alcaldía de San Salvador como ferretería debido a la cantidad de clavos encontrados en la turbia administración de Quijano.
Los mafiosos y acostumbrados a las fechorías, al hurto, a la evasión y elusión fiscal, hablan cínicamente de un fraude anticipado en las elecciones presidenciales del 2014, como bien dice la conseja popular “están matando el chucho a tiempo”.
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