LOS CORRUPTOS Y LADRONES DE AYER, SON LOS MISMOS DE HOY

LOS CORRUPTOS Y LADRONES DE AYER, SON LOS MISMOS DE HOY

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Son los mismos: los corruptos y ladrones del ayer quieren seguir esquilmando las arcas del Estado, explotando al pueblo y continuar acrecentando sus fortunas, mientras las grandes mayorías languidecen en la extrema pobreza. Esa historia iniciada hace más de 190 años desde la independencia política de España, permanece inalterable, pequeños matices y luces de rebeldía nada más han sacudido conciencias y, por cierto, no de los oligarcas.

Son las mismas caras o como dice el refranero popular: la misma mica con distinta cola. Se dicen “gente de trabajo, gente de progreso”, no sean cínicos y sinvergüenzas, al menos den el diezmo a su iglesia, compartan parte de su pan con sus empleados y trabajadores, paguen responsablemente los impuestos, abandonen el contrabando y el tráfico de influencias. Construyan escuelas, unidades de salud, centros de investigación, y dónenlas al Estado para servicio de la población.


No quieran “recuperar el gobierno” para continuar con su tradición de apropiarse de los bienes del pueblo para sus fines personales o en componendas ilícitas con empresas internacionales. Dejen en el pasado esos rostros tenebrosos y mafiosos, como los de Alfredo Cristiani, Francisco Flores Pérez, Armando Calderón Sol, Mario Valiente, Milena Calderón de Escalón, Donato Vaquerano, Enrique Valdez, Quijano y tantos otros ocupando el mismo nicho o piñales donde se multiplican las ratas.
El pueblo ya sufrió demasiado con la inclemente explotación, ese sufrimiento cuyos “lamentos suben al cielo”, como decía el profeta Romero, ya debe terminar, permitan un recambio en sus mismas conciencias, hereden a sus hijos y nietos normas y reglas morales de comportamiento y trabajo honesto y transparente, las fortunas no se irán con ustedes a las tumbas, por una vez en su vida sean solidarios o al menos respeten la autonomía y el deseo de independencia de millones de salvadoreños, sus compatriotas, “mis hermanos”, como escribió Roque Dalton.

Ustedes nunca abandonarán totalmente ni mínimamente sus fortunas, porque son capitalistas, ambiciosos y usureros; pero al menos habrán leído ese párrafo de la Biblia donde se habla de “amaos los unos a los otros”, de “más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un capitalista entre al reino de los cielos”; pero igual, ustedes pertenecen a esa raza de víboras dándose golpes de pecho y pidiendo perdón por sus pecados, ¡son hipócritas! No creen en preceptos bíblicos ni religiosos.


El origen mismo de sus fortunas se pierde en el tiempo de la inequidad, de la explotación, del engaño y la usura. El abuelo de Alfredo Cristiani, Juan Burkard es parte de ese pasado oscuro, tenebroso. Tuvo en San Miguel una ferretería, “prestaba” dinero a los pequeños y medianos campesinos, sobre todo para comprar semilla, abonar sus tierras y pagar salarios a los trabajadores. En garantía dejaban sus escrituras de propiedad. Al cumplirse el plazo para cancelar el préstamo, si no tenían el dinero o se había atrasado un día, Juan Burkard, se quedaba con las escrituras. En pocos años fue el dueño de muchas fincas de café.

Cristiani también ha hecho muchos negocios turbios, como vender medicinas vencidas a la red hospitalaria y el Seguro Social con licitaciones amañadas; apoderarse de uno de los bancos más grandes del país después de “sanear” el sistema financiero; privatizar las pensiones y con su empresa CONFÍA quedarse con los ahorros de los jubilados; y también sustraer de las bodegas del Banco de Fomento Agropecuario (BFA) 11 mil quintales de abono donados por el gobierno del Japón para el sector cooperativo del país.


Y así podríamos enumerar todas esas turbias fortunas amasadas por los fundadores y patrocinadores de Arena, un partido surgido de las cenizas y los cadáveres de miles de salvadoreños asesinados por los Escuadrones de la Muerte. Son estos mismos “barones”, ilustres mafiosos, los que hablan de recuperar El Salvador para continuar lucrándose con los bienes ajenos, robando y esquilmando al Estado. Rostros desencajados, ambiciosos, deshumanizados. El pueblo salvadoreño ya los conoce, esas caras de la corrupción no pueden esconderse, tampoco sus cuerpos escabullirse y huir de la justicia popular, en este caso, el voto de castigo en las presidenciales del próximo año.

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