LOS PIONEROS DEL DOLOR Y LA MUERTE

LOS PIONEROS DEL DOLOR Y LA MUERTE

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Son ratas del mismo piñal, durante años sus patrocinadores han explotado y saqueado a este pueblo, fueron presidentes de la república, embajadores plenipotenciarios, se apropiaron de las mejores tierras y aprobaron leyes, como la de la vagancia, para hacerse de mano de obra barata o mejor dicho tener a los campesinos originales dueños de esas tierras, como sus siervos y esclavos.

Después utilizaron a la fuerza armada como su particular aparato de dominación y cuerpo de represión para mantener controlada a la población y evitar brotes de rebelión e inconformidad, son los mismos asesinos de Anastasio Aquino y cientos de sus seguidores nonualcos, también los autores intelectuales del genocidio de los indígenas y campesinos del occidente del país en 1932.
Los dirigentes de Arena son los herederos de esos “pioneros” del dolor, el luto y la muerte en El Salvador. Los ejidos municipales se expropiaron y se entregaron a familias burguesas para “hacerlas producir”, es decir concentrar la riqueza en esas poquitas manos, dueñas con el correr de los años de haciendas, bancos, industria, comercio, transporte y más. Son los potentados, explotadores y racistas.


El abuelo de Armando Calderón Sol, conocido como el general “Chaquetilla”, comandó una compañía del ejército para exterminar a parte de esos 25 mil salvadoreños en Sonsonate, Izalco y Nahuizalco. ¿Cuál es la autoridad y respaldo moral de este ex presidente de la república para venirnos a hablar en el presente de Estado de Derecho o violación del Acuerdo de Paz? No tiene solvencia ni siquiera ejercicio de memoria histórica, es tan soberbio que nunca ha pedido perdón al pueblo salvadoreño por la masacre cometida contra miles de nuestros compatriotas.

Los Escuadrones de la Muerte fundados por el tristemente célebre mayor Roberto D ,Aubisson, son la continuación de esos aparatos de represión que la oligarquía terrateniente siempre tuvo en sus haciendas, esos cuerpos de choque utilizados contra las movilizaciones obreras, o para disolver a las “turbas” y “chusmas” “enloquecidas”, como las califican hasta el día de hoy. Cuando esas “ilustres familias” tomaron la decisión de no ocupar más la presidencia de la república, pasaron la estafeta a los militares. Así nació esa famosa frase de la “Escuela de Presidentes”, eufemísticamente para calificar a la Escuela Militar.
Así comenzó esa otra fase de la militarización de la sociedad. “Militarización e impunidad”, como en su momento la bautizaron los jesuitas. Los burgueses y oligarcas se dedicaron a sus negocios, a incrementar sus fortunas, a hacer alianzas con poderosos consorcios internacionales, cuando en el inicio de los años 50 ingresamos de lleno a la industrialización. El capitalismo con remanentes feudales fue la moda de la época. “Los ilustres barones”, como les llamada El Diario de Hoy, trajeron la inversión y el progreso a El Salvador. Nada se habló de explotación, de bajos salarios o de prestaciones sociales para empleados y trabajadores.


La mínima protesta era silenciada con la supresión del trabajo o el empleo, se contrataba a otras personas, lo usual era la prisión, la tortura y el asesinato. “Vamos a superar esos escollos”, decían los explotadores. El pueblo tenía una tradición de lucha, los conquistadores españoles lo probaron en carne propia. Un siglo después del levantamiento de Anastasio Aquino, se produjo la rebelión en el occidente del país. También fue sofocada a sangre y fuego. 48 años más tarde los revolucionarios salvadoreños se pusieron una vez más en pie de lucha.

Los oligarcas no se quedaron con los brazos cruzados. Se fueron a Miami y a otras ciudades y de esos lugares organizaron la contraofensiva, entregaron dinero a manos llenas para fundar los Escuadrones de la Muerte e iniciar esa horrenda carnicería que terminó con el asesinato de más de 70 mil salvadoreños. Precisamente sobre la ceniza y los cadáveres de esos compatriotas se funda el partido Arena y lo recrean y festejan cantado su himno fascista al mejor estilo de Hitler y sus huestes de la Segunda Guerra Mundial.


Ahora esos herederos de los peores crímenes del pasado, de los ladrones y acaparadores de bienes del pueblo, también siguen cometiendo las peores fechorías, hechos escandalosos de corrupción, estafas y malversaciones, licitaciones amañadas, ventas de medicinas vencidas, compra de voluntades, pagos a testaferros y mafiosos para defender sus mafiosas transacciones. Oligarcas se hacen las víctimas y pretenden engañar desde sus octogenarios años, cuando en sus genes y en sus apellidos llevan el sello de la avaricia, la ignominia y la traición a la patria. Son tan sinvergüenzas que hablan de “recuperar El Salvador”, para continuar con el robo descarado de los bienes del pueblo.

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