RATAS DEL MISMO PIÑAL

RATAS DEL MISMO PIÑAL

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Son retrógrados, soberbios, prepotentes y anacrónicos. Exigen el respeto a las libertades públicas, al libre juego de las ideas, reglas claras para la inversión y son los primeros en violentar los valores y principios democráticos. Cuando sus intereses de clase están amenazados, acuden a las trampas, a la violencia irracional y a toda clase de argucias para mantener sus privilegios.

Así ha sido a través de los años, desde hace más de 198 años de la independencia política de España, sus antecesores se apropiaron de las mejores tierras de El Salvador, acapararon todos los poderes, aprobaron una Constitución y leyes de la república a su manera, eligieron y supervisaron a los presidentes de los Órganos Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Al que se salía del huacal, lo exiliaban en el menor de los casos, porque hombres como Roberto Edmundo Canessa, Enrique Álvarez Córdova o Arturo Araujo, sólo para mencionar tres, fueron asesinados por la misma oligarquía.


El pueblo se pronunció en las elecciones presidenciales del pasado 2 de febrero, fue una aplastante derrota para Arena y sus corifeos, sus grupos de fachada y sus testaferros; pero en lugar de aceptar la voluntad popular, acuden a los insultos, a las calumnias y al calificativo denigrante de “chusmas que votan por un vaso de leche o cuadernos”. Su amargura y su odio de clase no les permiten la reflexión y el análisis objetivo de los hechos.

Personas como Federico Aguilar, Alfredo Mena Lagos, Mario Acosta, Luis Cardenal, Ernesto Muyshont, Roberto DAubuisson, Enrique Altamirano, Norman Quijano, Roberto Ávila, Salvador Samayoa, Facundo Guardado, Gloria Salguero, se han quedado atrapados en la prehistoria, odian las expresiones populares, no aceptan la alternancia ni son capaces de digerir el veredicto popular. Los testaferros de la oligarquía se aferran al pasado tenebroso de privilegios, dominación, exclusión y marginación de las mayorías poblacionales.


Desde las páginas de los medios de difusión, en entrevistas por televisión, tratan por diferentes formas de ocultar o minimizar los resultados electorales del pasado 2 de febrero, sus pretextos y excusas caen en el ridículo, en la calumnia y la difamación. El primer culpable para ellos es el presidente Funes, luego el Tribunal Supremo Electora, Alba Petróleos y demás organizaciones simpatizantes del FMLN.

Son ciegos y fanáticos ideológicos, no miran más allá de sus narices, pues no reconocen el impacto entre la población más vulnerable del país, de los programas sociales, de la fuerza de las obras públicas, de la Reforma Integral de Salud, de la mayor cobertura en educación, de la modernización del transporte público por iniciar en marzo entrante o de la remodelación del Aeropuerto Internacional de Comalapa y del mismo puerto de La Unión, ciudad que por cierto por primera vez en su historia contará con un moderno y funcional hospital.

La población está contenta, satisfecha, con la rebaja en los precios de los medicamentos, agradecen el subsidio al gas, a la energía eléctrica, el agua y el transporte público, son bendiciones traducidas en votos. La realidad de un país no puede ocultarse ni taparse con un dedo. Se puede acudir a la calumnia o la difamación; pero al final resplandece la verdad y con toda su fuerza, como esa acumulación de 300 mil votos a favor de las transformaciones sociales y un primer castigo contra los traficantes del dolor, profetas del desastre y la soberbia.


La decisión ha sido tomada por la población y no serán los testaferros, los miserables y mafiosos de la palabra, los que le roben el amor, la felicidad y el optimismo a la población, la sentencia y la rúbrica final será esculpida en letras de bronce en la segunda vuelta. Los días de la oligarquía y de todos sus sicarios se van acortando, no será su final, porque deben respetarse los ciclos; pero esa su fatal sentencia, de la tumba de los rojos, ha sido revertida y se clavará como lanza afilada en su propio corazón.

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